La ruta del helado

Bueno espero que ayer hayamos sentado precedentes Darío, Carlos y yo con una rato lo mismo de original que de friki, por las heladerías madrileñas. A ver si hacemos otras rutas con comida un poco más consistente o sinsistente que da igual. (advertencia, dentro de los comentarios es posible que haya bromas que puedan herir la sensibilidad del lector –vaya que no las vas a pillar-).

En fin la ruta comenzó en el Bernabeu y de allí nos fuimos a la oficina principal de las heladerías Freddo Freddo en la que nos pedimos cada uno una tarrina con dos bolas a 4 € cada una (cada tarrina):

Carlos se pidió Queso con Fresa y Freddo Freddo (Vainilla con Chocolate), Darío una de chocolate con avellana y otra de Banana Split y yo Mango y Yogurt con frutas del Bosque.

El sitio me pareció muy familiar parecía una bar típico pero en vez de vender copas y cafés pues de helados. Que las tarrinas fueran de plástico dio pio a un buen debate de ecología ya para ello tenéis más detalles en el blog de Carlos.

Luego nos marchamos y pegamos una buena caminata hasta la glorieta de Quevedo en una heladería de mucho diseño, minimalista y muy moderna, en la cual lo que notamos es que no podíamos ver los helados, la verdad que me gusta verlos antes de comprarlos pero después Darío me hizo comprender que bueno es mejor así pues se consume menos energía para mantenerlos congelados que en el caso de que estén expuestos.

Allí la tarrina de 2 bolas costaba 4,5 € y servían más cantidad así que la diferencia de precio está digamos un poco justificada. En este Carlos pidió una de avellana y otra de limón ambos con un sabor muy muy intenso, estaban geniales, a mi el de limón me encantó. Darío hizo lo mismo con una de Mascarpone y otra de Vainilla Bourbon y yo Chocolate Blanco con Naranja y Coco con Dulce de Leche. Importante: se aceptan cheques.

Luego comimos en un Kebab en la misma glorieta y nos fuimos a por el postre en Alberto Aguilera, en la heladería GianGrossi que más que heladería parecería un pub donde te cobran hasta por entrar, un sitio gigantesco, muy confortable y con unos asientos para sentarse a disfrutar un buen rato, aquí ya Carlos no puedo más y dejo los helados por un Cappuccino, Darío y yo seguimos con la cata aunque aquí las tarrinas eran muy pequeñas (3,8 € cada una) pero bien rellenas.

En este caso probé el helado de crema de bailys y natilla con coco tostado y Darío optó por chocolate negro y cappuccino.

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